Fin de la Colonia.

En otros países como México y Perú, los españoles llevaban una vida holgazana gracias a las riquezas del país y al trabajo que les proporcionaban los indígenas. En Costa Rica, por la falta de minas, vías de comunicación, comercio y la escasa población, se vieron reducidos a la gran pobreza, y tenían que cultivar la tierra con sus propias manos para no perecer de hambre. La pobreza fue tal que a principios del siglo XVIII circuló el cacao como moneda debido a la escasez de plata.

Economía de subsistencia

Cartago, sede de los Gobernadores y capital de la provincia, en 1723 se componía de unas 70 casas de adobes y tejas, una iglesia mayor y tres ermitas; no había médico, ni farmacias, ni venta alguna de comestibles. Sin embargo, no debemos confundir esa pobreza con la miseria, ya que en la colonia no hubo miseria, y se puede asegurar que nunca las alacenas de los costarricenses estuvieron más llenas que en esa época. Si en Cartago, capital de la provincia, no había venta de comestibles, era precisamente porque no se necesitaban.

El labriego sencillo, producto humano de la colonia, vivía tranquilo y dedicado al cultivo de su parcela o solar, que le proporcionaba maíz, frijoles, yuca, trigo, tabaco, caña de azúcar y muchos productos más, necesarios para su subsistencia. Además, contaba con unas cuantas cabezas de ganado vacuno, porcino y caballar que le suministraban carne, leche y transporte. Era una economía típicamente casera.

Cuando otro documento menciona que en Cubujuquí, un pueblo que apenas contaba con 200 familias, había más de cien trapiches, esto demuestra que cada familia tenía su cañaveral y su producción de dulce. En cuanto a que en Cartago las casas eran de adobes y teja, era simplemente la moda de esa época. La pobreza en la colonia consistía principalmente en la carencia de lujo, dinero y falta de progreso. No existían vías de comunicación, el comercio era de escaso volumen y la industria casi no existía.

El impacto del café en la transformación económica

Es con la introducción del café, a finales de la colonia y principios de la independencia, que el panorama del país cambia totalmente. Con las ventas de café al exterior, el dinero comenzó a circular, aparecieron el lujo, las sedas, los casimires, las joyas y enseres para el hogar, entre otros. Se inició el progreso, pero al mismo tiempo surgió la miseria. El labriego vendía su solar a otros más emprendedores que empezaron a formar grandes haciendas de café, y pasó a convertirse en peón o asalariado, con la miseria correspondiente.

Es importante señalar que durante el periodo colonial no hubo en Costa Rica ningún movimiento de rebeldía contra el poder español. La vida económica, débil y limitada, no permitió la formación de clases poderosas que defendieran intereses ante los españoles. La propiedad, como se mencionó antes, estaba repartida, y cada familia disponía de su terreno para cultivar lo que necesitaba. Esta economía no permitió la creación de grandes centros urbanos. Los pequeños núcleos humanos que surgieron, como Cartago, Heredia, San José y Alajuela, eran pequeñas aldeas de vida lenta y sencilla. Estas razones explican que no hubiera un ambiente propicio para inquietudes políticas.

Fin de la colonia: La transición hacia la independencia

En Costa Rica no se sintió la opresión arbitraria de las autoridades españolas que en otras partes fue cruel e intolerable. Los españoles, aunque con algunas pretensiones, no se hacían sentir en la vida colonial, y los criollos disfrutaban de gran libertad y paz, sin interesarles el progreso de la colonia.

Nuestras autoridades coloniales, sobre todo en los últimos años, fueron hombres de bien, bondadosos patriarcas. Don Tomás de Acosta gobernó de 1797 a 1810. Durante la gobernación de Don Juan de Dios de Ayala, de 1810 a 1819, los vecinos de San José decidieron crear en 1814 un centro de enseñanza por suscripción pública, conocido como la Casa de Enseñanza de Santo Tomás. Para dirigirla se trajo a Don Rafael Francisco de Osejo, natural de Nicaragua. Se enseñaban Filosofía, Gramática, Teología, Moral, Lectura y Escritura. Anterior a este centro de enseñanza superior, la incipiente cultura rural solo contó con las escuelas de primeras letras, con sus modestos instrumentos de aprendizaje: La Cartilla y El Catón.

En términos generales, este era el panorama del país poco antes de la independencia. Sin embargo, es importante anotar que los principios liberales de la época ya habían sido acogidos por un grupo considerable de costarricenses, que si bien no pensaban en la independencia, sí tenían aspiraciones de progreso y libertad.